domingo, 13 de enero de 2013

FUTBOL, DINAMICA DE LO IMPENSADO de Dante Panzeri (1º PARTE)

1. JUEGO-ALEGRIA Y SERIEDAD-ANGUSTIA

En toda confrontación deportiva hay una oposición a vencer. Pero en los deportes individuales, la oposición directa es pasiva, mientras que en el fútbol es combativa. Es oposición total.

Para el fútbol es ocioso hablar de una técnica, de una manera de jugar bien, de una norma para jugar o "ver mejor" un partido, siendo que habrá muchas humanidades fluctuantes, cambiantes, sorpresivas, imprevistas, espontáneas...que impondrán la vigencia de muchas técnicas. La técnica del imprevisto por sobre todos los previstos. Y más aún: Limitando esa técnica al uso de la más indócil de las armas posesivas del hombre, los pies, siempre más indóciles que las manos al ordenamiento del cerebro.

El cirujano, el músico, el futbolista, todos tienen que nacer virtuosos para llegar a ser virtuosos mediante sus distintos senderos naturales: Unos capacitándose, otros manifestándose.

He aquí un simil entre jugar al fútbol y viajar en automovil con la aceptada "regla de juego" de que en un caso nos quiten la pelota que necesitamos para jugar, y en el otro nos bloqueen la calle por donde necesitamos pasar. ¿Solución? ¡Escaparle a la gente! (Condición básica para jugar bien al fútbol). ¿Plan para escaparle a la gente? Uno solo posible: el del instinto, el de los catorce cambios de opinión en tres décimas de segundo que hace posibles nuestro trillón de neuronas computadoras y sus dos millones de componentes biológicos separados. Moraleja: El fútbol es un arte del imprevisto.

En poco tiempo noté que, manejando un automóvil o una pelota de fútbol, aquel experimentado futbolista, y novicio conductor, usaba una misma técnica: la de su capacidad para resolver, improvisando, cambiando, haciendo jugar lo espontáneo sobre lo pensado. No choca.

El fútbol es ciencia oculta de imposible enseñanza académica. El fútbol es empirismo.

El acto de seleccionar jugadores nacidos buenos jugadores puede no bastar como índice de sapiencia futbolística, si al hecho de la elección no se suma el acto de la ubicación en la cancha, en el puesto o en la función más apropiada a las condiciones de aquel jugador que trae por decisión de su naturaleza.
Siempre dentro de la infinita variedad que nos ofrece la constante desigualdad humana, que llega al extremo de hacer distintos hasta a los mismos hermanos mellizos, hemos de encontrar, por caso:
- Jugadores de gran habilidad sin mucha inteligencia.
- Jugadores de mucha inteligencia con poco manejo de la pelota.
- Jugadores de inteligencia y habilidad sin temperamento para la lucha, para la adversidad que el fútbol, como todo juego, reserva a todos.
- Jugadores de mucho temperamento y espíritu de lucha sin astucia para aplicarla a la lucha de picardías que en esencia es el fútbol.
- Jugadores de constitución física muy dispar.

Éstas podrían ser las etapas que acreditan al hombre que más se acerca a la sapiencia en fútbol, acaso la verdadera, pero siempre imposible de probar:
- Elegir a los buenos jugadores dentro del contingente de millares de aspirantes.
- Destinarlos a los puestos más apropiados a las condiciones con que ya nacieron y nadie puede dar.
-Inducirlos a no intentar hacer lo que no saben, o lo que menos pueden hacer dentro de lo que ya hayan nacido sabiendo hacer.
- Dejar que esos jugadores, así seleccionados, así ubicados y así aconsejados, hagan de allí en más lo que les parezca mejor. Dejarlos jugar. Con ánimo y sentido recreativo para ellos mismos, como mayor garantía de recreación de quienes los vean, ya sea con anhelo de victoria material, ya sea con idea de belleza de un arte donde la seducción mayor-y su mayor inquietud, el gol- estará asegurada en la medida de la creación espontánea, casi siempre irracional, de esos jugadores. Dejarlos jugar. En la certeza de que todos quieren ganar, a nadie le gusta perder. El gol es mucho más hijo del juego que del shot.

Existe también la etapa de correcciones, más precisamente, recomendaciones en las que mucho más que agregarle, el entrenador le quita, al jugador.
En el fútbol se puede relativamente transmitir alguna idea. Es imposible trasladar un recurso.
Somos muchos los que estamos en posesión de las mejores ideas para jugar al fútbol.
Somos pocos los que coordinamos esas ideas con la capacidad para hacer de la pelota un instrumento dócil a nuestras piernas, a nuestros reflejos sobre toda la masa muscular que la tiene que defender y proteger corriendo atléticamente mal para correr futbolísticamente bien; y esos pocos que nacen con el híbrido don del fútbol en su instinto, se muestran torpes en el arte de exponer en forma de ideas aquello que saben hacer magistralmente con los pies. En su mayoría prefieren demostrar lo que saben jugando y no hablando. Porque si intentan lo segundo, hasta podría suponerse que no saben jugar. Como que en la mayoría de esos casos, nadie sabe por qué sabe lo que sabe.

El mejor modo de jugar que lleva al triunfo sigue siendo exclusivo patrimonio de lo que el jugador (Y nadie más) logra realizar en la mayor medida que "le salen" las pocas ideas fijas que permite aplicar el propio ritmo de una pelota jugada entre veintidós seres humanos sujetos al muy arbitrario dictamen de lo imprevisto.

Lo único relativamente premeditable en el fútbol es lo estático del fútbol: un tiro libre, donde la pelota permanece quieta y la iniciativa nos pertenece por completo. Pero apenas la pelota se puso en juego, se pueden pensar, y se piensan, muchas cosas. La mayoría de ellas son sustituídas por las que no esperábamos.

El fútbol es el más hermoso juego que haya concebido el hombre, y como concepción de juego es la más perfecta introducción al hombre en la lección humana de la vida cooperativista.


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